Blog de Armando (La bruma)

Viajes cerebrales y poesia (work in progress)

sábado, junio 27, 2009

El Trazado Omega


Este es el 1er capítulo del Libro Primero de OMEGA (título provisorio), que espero publicar el próximo año. La novela en sí se compone de dos libros. Aparte de esto, luego publicaré la última entrega de Universos Inversos en la red (por razones obvias), el link de esta está a la derecha... en los links.

1

De cómo un hombre ve cosas y de ellas no puede huir.

El viento corría como un gran suspiro por entre las calles y avenidas de tierra y adoquines, por sobre las casas de adobe y madera de la recién inaugurada y orgullosa capital. Pero, aun quedaban, para recuerdo de los más ancianos, algunas construcciones de ladrillo y concreto. Grandes monstruos de un pasado glorioso que brillaban a los ojos de los habitantes, cada vez que una nube blanca y algodonada permitía el paso de la luz.

Varios hombres se encontraban en una vieja casa de ladrillo buscando algo; el aire por aquellos rincones parecía oler a otro lugar y a otro tiempo. El temor se sentía a varias cuadras.

El lugar no es muy amplio.

Dos hombres observan a su alrededor, hay restos de tejido y sangre por todas partes, también hay algo de olor a podrido y varios sujetos con mascarillas entran a la habitación.

- Aun no sabemos con certeza de quien se trata, mi capitán. Los de Logística Omega piensan que la víctima era de los que estaba experimentando con tecnología prohibida.

Héctor Manns, tomó una lupa y acercó su rostro hacia lo que parecía ser lo que quedaba de una lámpara embutida en una corta pared, entre la puerta de entrada y un lavabo de una cerámica ya gris por el tiempo.

- Este es el único lugar en que no hay una gota de sangre ni nada orgánico, Pérez. ¿Qué cree que hizo que aquí no llegara nada?

- Con seguridad, lo que mató al sujeto estaba ahí donde usted se encuentra, mi capitán –. El hombre canoso y de insipiente barba miró nervioso hacia su alrededor buscando alguna aprobación de sus camaradas. Ellos seguían trabajando en la habitación buscando alguna pista para comenzar a solucionar el acertijo en que estaban.

- No ha pensado nada más interesante Pérez, como por ejemplo, que algo tapó por completo esta pared, o que esta, ¿no estaba aquí?

- Señor, eso no es asunto nuestro. Omega está a cargo de ese tipo de conjeturas y nosotros…

- Pérez . Respondió el esbelto hombre de uniforme negro y botas altas –. ¿No ve acaso la insignia en el cuello de mi camisa?

- Sí Señor.

- Estoy sobre Logística Omega. Por lo tanto, si yo quiero, usted y sus hombres también. ¿Queda claro?

- Sí mi capitán.

- ¡Señor! – uno de los hombres del sargento Pérez, llamó con urgencia.

Bajo una de las cerámicas, al fondo de la habitación, el hombre encontró una llave manual la que se conectaba a una caja negra de la cual

salían tres cables: rojo, amarillo y verde.

- Gire la llave Pérez – ordenó Manns.

- Pero Señor…

- Conéctela le dije, y no deseo más titubeos de su parte o me veré obligado a reemplazarlo –. Pérez movió la cabeza en aprobación y con un movimiento de su mano hizo que uno de sus subordinados girara la llave.

Al girarla un zumbido sordo y de no más de un par de segundos fue seguido por un sonido de engranajes. La pared que estaba junto a los dos oficiales de la Policía Especial bajó mostrando una escala de caracol que se perdía en la oscuridad.

- ¡Tecnología del Caos! – gritó Pérez - usted, cabo Garrido, tome un caballo y vaya rápidamente a la estación a traer refuerzos para cercar el lugar, esto es muy peligroso.

– Calma, Pérez – interrumpió Manns –, eso no será necesario, Omega ya desplegó funcionarios por todo el sector y las personas han sido “limpiadas” de cualquier tipo de contaminación. ¿Bajemos?

Pérez algo contrariado desenvainó su revolver y entró en la nueva entrada que nació de la pared. Héctor Manns encendió un cigarro y lo siguió pausadamente con una linterna a parafina en su mano derecha.

Al final de la escala la habitación a la cual llegaron era bastante más grande que la de la superficie.

– Increíble ¿no? – comentó Manns –, pareciese que el tipo que diseñó esto sabía jugar muy bien con las puertas cuánticas, mmh, fíjese ahí Pérez, un tablero eléctrico junto con baterías de litio y al parecer nucleares.

El sargento Pérez no entendía nada de lo que su superior hablaba en ese momento. Poco a poco comenzó a sentir que estaba viendo cosas que no debía ver y que todos sus estudios en la academia jamás lo habían preparado para encontrarse frente a frente con la temida tecnología del Caos. Sólo asistió con la cabeza.

- Vamos a encender esto, Pérez. Llame a uno de sus subalternos –. Manns sonrió y exhaló una gran cantidad de humo mientras Pérez con la voz un tanto dura, aunque Manns sabía que el sujeto estaba muerto de miedo, llamó a un tal Dagoberto.

El policía bajó temerosamente por las escalas luego de la orden de Pérez. Cabello claro, nariz angulada, ojos grandes; tomó posición frente a sus superiores y aguardó.

– Mire cabo…

– Manríquez, Señor capitán – contestó el hombre.

– Y dígame cabo Dagoberto Manríquez, ¿tiene usted familia aquí en Santa María de Santiago?

– Aun no, Señor. Pero pronto espero casarme. Señor.

– Muy bien, Manríquez –. Movió la cabeza afirmativamente observando a Pérez, a la vez que exhalaba una gran cantidad de humo.

– ¡Enciéntalo cabo Manríquez!– ordenó Pérez.

El hombre los miró confundido con ambas manos abiertas.

– Baje las dos “palanquitas” al mismo tiempo, hombre – dijo el capitán Manns –, la Azul y la blanca, esa, la que está bajo el signo medio redondo de color amarillo con negro.

– ¿Sabe que significa ese signo? – le preguntó Pérez.

– Sí, pero a usted no le interesa sargento - contestó el capitán mientras apagaba el cigarrillo contra el piso y saltaban graciosamente chispas bajo su pie.

El cabo Manríquez tomó los dos interruptores, y los bajó. Sobre ellos habían varias luces de colores y tres medidores análogos de intensidad. Uno de ellos empezó a subir mas allá de la mitad hacia donde los números comenzaban a estar en rojo y ya no más en negro. Pérez, observaba con la boca abierta el espectáculo de luces al igual que el cabo. El capitán Manns por su parte, que se había ubicado tras Pérez, de uno de sus bolsillos sacó una máscara oscura y una especie de malla plástica con que se cubrió el cuerpo; todo ello en segundos. Un zumbido comenzó a sentirse y la intensidad de este subía progresivamente.

– ¿Qué es eso Señor? – preguntó Pérez, con la voz temblorosa al ver a su superior con esos extraños atuendos.

Héctor Manss sólo movió los hombros y cerró los ojos.

El destello lo percibió como un brillante carmesí en la negrura y una sensación de calidez que alcanzó a filtrarse por el traje de protección radioactiva. Los gritos de Pérez fueron rápidos y nunca alcanzaron el nivel ensordecedor de un ser en inminente agonía y muerte. Del cabo, sólo escuchó el chirrido de la carne al hervir y estallar en pocas décimas de segundos víctima de un rayo Pulsar al abrir un agujero en el espacio-tiempo, era lo usual; como así también las ráfagas de metralla que venían de arriba, del piso original. Estaba hecho. Borrados en pocos segundos para evitar filtraciones. Omega descubre, extermina y limpia. Y él, es Omega.

Subió cuidadosamente las escalas.

Había cuatro hombres de traje negro y máscaras, con la letra griega en el pecho. Los cuerpos de los ocho policías municipales eran amontonados en un rincón por un Lázaro “tres-dos y ojo multi angular.

– Bajen dos hombres, hay que rescatar lo que haya en el portal que se abrió y ocuparse de los cuerpos de ahí abajo. Que sean condecorados, al igual que los de acá arriba; y quiero que el envío de las misivas a las familias sea hoy.

– Sí, Señor – contestó el hombre con una estrella en la máscara, y Manns, luego de lanzarle un casquillo vacío al Lázaro, salió del lugar.

– Buenos reflejos, maquinita idiota – dijo. El autómata seguía su tarea con dos brazos y con el casquillo entre los tres dedos de su tercer brazo. Tres sacerdotes, con el signo de Omega en la sotana, entraban rezando a la habitación y esparcían agua bendita por todos los rincones.

¿Por qué siempre había que eliminar a los tipos?, se preguntó Manns, ¿si hay otras maneras? Quizás, para Omega no es así, se respondió, y se fue caminando, no tan tranquilamente calle arriba, mientras oía el llanto y los gritos de los que habían perdido a alguien en la limpieza.


domingo, junio 07, 2009

PAÑUELOS

Otra vez aquí

 ¿Será esta vez algo distinto?

 Aunque cada vez recuerdo menos 

                                               creo que es posible una  isla diferente

De brillo en tu aroma

                                               que aún no huelo 

ni siento entre mis nuevos ojos

 

Voy y vuelvo

 

Quizás sean muchos

Quizás no

 

(Wellcome to the jungle)

 

El tiempo siempre es un pañuelo que se bate al viento

Y el viento

 

Son los pañuelos de antes

 

 Lo son

 
Tweet IBSN: Internet Blog Serial Number 3103-1967-0-2 Support independent publishing: Buy this e-book on Lulu.