Blog de Armando (La bruma)

Viajes cerebrales y poesia (work in progress)

jueves, febrero 15, 2007

MANOS







Ahí están las manos cada vez mas arrugadas, de venas más anchas y notorias. Las veo, en ese pobre horizonte que me deja mi actual estado sobre esta cama; una pequeña ventana y el techo blanco en el que cuelga esa maravillosa lámpara que alguna vez compramos con Marcela en una tienda de antigüedades, esa que colocamos sobre nuestro cálido lecho en esa pequeña casa de las verdes planicies... allá, en nuestro querido nuevo mundo. Muy nuevo por lo demás; ansioso de respuestas, de conocimiento, de historia, de todo sobre los antiguos hombres y de sus costumbres en ese mundo de vidrio y concreto; de la causa del desastre que casi nos borró a nosotros y a todos los seres del planeta.
“Ve y trae información”, me dijeron un día. Fui y viajé al pasado como tantos otros a buscar esas piezas perdidas, una y otra vez hasta aquel día de verano en que algo salio mal... Marcela, juraría que era ella, es más, sé que era ella; pero, ¿que hacía en ese lugar?; se suponía que los retornos sólo se hacían entrando en la mente de ciertas personas y no físicamente.
Aun recuerdo esa tarde. Ahí estaba yo en el cuerpo de ese hombre grueso y de anteojos oscuros, mientras tomaba datos de la biblioteca para llevarlos a nuestro centro de estudio cuando volviera. Pero en un momento algo me hizo levantar la vista y mirar por la ventana hacía esa calle atestada de muertos en vida, aun con la esperanza en ese mundo, ese, al cual las aspas del tiempo le estaban reclamando su ya retrasado pago. “¡Marcela soy yo Julián!” grité, y rápidamente fui a su encuentro. Corrí en ese pesado cuerpo hasta llegar frente a ella, estaba diferente, su mirada era triste y se le habían formado bolsas bajo los ojos y su cabello ya no brillaba como antes. Tomó mi rostro con ambas manos y me dijo las terribles últimas palabras que oí de sus bellos labios : “Nosotros fuimos, nosotros trajimos la peste”. Dos estruendos y un dolor agudo en el cuerpo del hombre que me cobijaba fue lo que siguió a ese fugaz encuentro. Quise salir, pero los protocolos de escape no funcionaron jamás.
Ahora, sobre esta cama, trato de ver más allá de estas manos inservibles que ahora me pertenecen, hacia ese destino que espera la orden para despertar de su sueño y limpiar esta tierra del virus que la corrompe de una vez por todas, junto a mi y mis recuerdos de otra vida, otra tierra, otras manos.




 
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