CICLOS

El bullicio no me deja pensar en lo que viene.

Padre, ¿dónde estás?, ¿qué pasará con migo ahora?

¡Cállense!, que no puedo morir en paz, que no puedo ver el sendero por dónde ir, ni la luz que seguiré.

El soldado miraba impávido aquella escena. ¿Cuántas veces había visto lo mismo? Familiares lamentándose perder a su ser querido de esa forma, los soldados riendo y tomado vino mientras los presos mueren. Sólo celebran que no son ellos.

Se abre el túnel de luz, las sombras se asoman por el costado, llaman incesantes, engañosas, risueñas. Y él, sabe mejor que nadie por qué están ahí, por que llaman y por qué luego sólo se lamentarán.

***

Hoy termina mi corta existencia. Esta vez espero desaparecer por siempre y nunca más volver a nacer en esta tierra. No deseo redimir este mundo ni una sola vez más. Esta, espero sea, la última vez.

No es que no lo entienda, Padre, pero hay situaciones imposibles de revertir. Ellos, realmente están locos. No entienden, no quieren entender. Deberías hacer todo otra vez y eliminar de cuajo a estos estúpidos monos.

***

Aquella quieta noche se oyó un llanto muy a lo lejos, luego algunos ruidos de animales y risas. El bebé no lloraba de miedo por nacer, si no que de ira. De mucha ira.

Buscó a los que debía luego de una larga y difícil infancia. Caminó por los mismos desolados lugares, fue aun más estricto en sus enseñanzas, pero, esta vez, Ella, la mujer, fue distinta.

Estaba tras aquella pestilente entrada. Varias moscas volaban por el lugar, el difunto estaba de pie, silbando, en un oscuro rincón.

-Hoy le haré el trabajo más fácil, Maestro– dijo sonriendo, Lázaro.

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-Bienaventurados los que tienen sed de justicia – dijo- , porque ellos serán saciados hasta comprender.

-¿Qué cosa?- Preguntó un hombre.

-Has comenzado a entender – respondió, Jesús.

El hombre lo miró agradecido.

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Eran 30 monedas de plata deslizándose por sus manos, 30 posibilidades de irse lejos, 30 formas de soñar, pero solamente una para no ser olvidado.

No era precisamente de plata.

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Su misión era detener al subversivo. Ir a un maloliente rincón de la ciudad a buscar a un harapiento. ¿Por qué dejaría Roma por un culo exótico?, se preguntó.

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-Antes de que el gallo cante, tú, me negarás tres veces.

-Jamás, haría algo así, Maestro querido.

“Solo unas quince veces”, pensó el salvador de la tierra. Sonrió.

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La sangre corría fuertemente por su rostro y cuello. Todos ellos reían.

Dolía, no sólo las heridas. Mucho más la estupidez y la clara falta de evolución.

Algo le llamó la atención. No habían cruces sobre el monte, ni tampoco estacas. Sólo asomaban rústicas pirámides de madera. Algo ahí había por fin cambiado.

Lo malo de vivir algo tantas veces es que uno se acostumbra a ciertas cosas. Ahora tampoco existían clavos. Se preguntó porqué los extrañaba tanto.

El llanto de su madre en el monte lo llenó de gran tristeza, aún cuando sabía que esta obra estaba muy lejos de terminar.

El túnel, la luz, perderse a sí mismo.

-Bienvenido- saludó, Satanás -. Esta vez le tengo naipes para que pasemos un buen rato.

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El Hijo frente al Padre. Los futuros son infinitos, por cada uno un mártir, un sol, un nuevo universo. Hay grandes posibilidades.

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Se llena todo de blancas estrellas y casi no hay sombra. Solamente la que ellos desean ver. Sólo hay que esperar.

Se ven muchos cambios, se ven diferencias. Más, hay un pequeño problema. Ya no hay hombres en el nuevo mundo.

Estaba claro. Debía volver ahí. Pero esta vez sólo a sembrar una nueva especie. Una que no tuviese boca.

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La tierra no recibiría nada más. Era la disposición del que decía ser el único rey del planeta.

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¿Se quemarán unos a otros los árboles?

La gran pregunta quedó dando vueltas en el creador todopoderoso.

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Tomó a un insecto con cuidado. Lo miró con cariño pero el bicho lo picó constantemente.

La única alternativa prudente era volver al hombre una vez más y, ver qué pasará.

Esta vez lo haría del barro de su mundo natal. Así debería ser bueno.

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Estaba solo el hombre. De él extrajo sueños e hizo otro ser. Diferente.

Eran dos corriendo por ahí sin miedo ni menos, deseos. Solo vivían.

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¿Qué mejor que comer la fruta prohibido para ver qué pasa?

Hay un problema: Sin boca no se puede comer nada.

La serpiente, cree perder. Pero ellos absorben el fruto lentamente.

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Esta vez bajaré a castigar, sin expulsar a nadie.

Extraño las palabras, aunque sean vacías, odiosas.

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Caen sin cesar. Ellos adoran eso.

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El salvador se prepara nuevamente.

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¿Aquí sólo hay uno sol?

En Belén no lloran más.

“¡Venid a mí, ahora!”

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Muero…

En la tierra de silencio

-…