Blog de Armando (La bruma)

Viajes cerebrales y poesia (work in progress)

jueves, septiembre 11, 2008

ENSAMBLE



Un día cualquiera, Mario se percató de algo muy peculiar en su mano derecha. En su dedo meñique tenía un pequeño lunar en el costado externo; lo miró un buen rato y se preguntó si se habría, acaso dado cuenta de ello, en sus veinte años anteriores. Lo asumió sin mayor importancia y fue convertido, rápidamente, en su lunar de la suerte.
Siempre, al ganar algo, obtener una buena calificación o sencillamente conquistar a una mujer de su agrado, besaba su lunar de la buena fortuna. Así pasaron diez años.
Luego de su cumpleaños número treinta, Mario, orgulloso de su última conquista femenina, entró en el baño a lavarse los dientes y a besar a su amuleto, cuando se percató que el lunar ya no estaba . Miró hacia todas direcciones y comenzó a transpirar. ¿Qué había sucedido con su lunar? Se apoyó en el lavabo, y lo que vio, no le causó mayor tranquilidad. “El lunar” estaba en su mano Izquierda, en el mismo sitio que correspondía en la mano derecha, pero en la otra mano.
Anduvo mal durante un poco más de quince días. En ese lapso Mario casi no habló, ni salía; hasta que de un momento a otro, llegó a la conclusión que el lunar siempre había estado en su mano izquierda y no en la derecha. Tranquilo siguió con su vida. Pero una mañana de Octubre al llegar a su departamento vio que estaban pavimentando la acera que quedaba casi a la entrada del edificio.
Sin que nadie lo viera marcó una I en un rincón del pavimento. “Por si acaso” , pensó.
Pasaron los años, y casado, con un trabajo estable y una linda hija, Mario celebró sus cuarenta años junto a su familia en la playa, disfrutando de un fin de semana largo.
La última mañana en la cabañita que habían alquilado, Mario quiso ir solo a nadar un rato. Al salir del agua y tenderse en la arena descubrió que su lunar ya no estaba, pensó que se había corrido y lo buscó. No estaba. Miró su mano derecha y ahí lo encontró. No sabía que pensar, pues estaba seguro de su mano izquierda. Sólo atinó a reír.
Recordó la marca del pavimento.
En la ciudad, el lunes, hizo que el colectivo se detuviera antes de lo previsto . Tomó un taxi hacia donde había vivido muchos años atrás, donde estaba su marca. Bajó casi desesperado hacia donde recordaba había dejado la “I” plasmada en el concreto.
Ahí estaba: clara, decidora y concluyente : I.
Al volverse, dos hombres de trajes oscuros y lentes negros lo vigilaban. “¿Supongo que no son cieguitos, no?”, preguntó.
Los dos hombres movieron la cabeza de lado a lado.
Algo, en su cuello, similar a una picadura lo molestó.
- Lo siento Mario - dijo uno de los hombres - sólo ha sido un problema de ensamble.
Mario cayó desmayado.
Para su cumpleaños número sesenta, Mario celebró felizmente su próxima jubilación, y su visión en los grandes negocios.
En la celebración, estaba toda su familia y amigos. Ahí Mario tuvo que decir unas palabras a los invitados.
Al terminar, quiso dar una lección de trabajo y sacrificio a los que ahí estaban escuchándolo:
- … y es verdad - dijo-, en mi vida nunca le he dado mayor importancia a la suerte y a los amuletos. Todo ha sido fruto de mi sacrificio y perseverancia.
Un gran aplauso inundó el lugar, y Mario, observó gratificadamente sus dos lunares de la suerte, esos, que siempre le habían dado lo que deseaba.
En sus dos meñiques: izquierdo y derecho.
Dedidado a mi amigo Teobaldo Mercado

2 Comentarios:

  • A la/s 5:23 p. m., Blogger Teobaldo Mercado dijo...

    Ja, ja, ja, el extraño caso del lunar de Franz Méndez, ¿eh?

    Mira tú lo que son las cosas, monsieur Rossignol.

     
  • A la/s 3:38 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

    Muy fluido el relato me atrapó, me encantó!

    ya se lo ofreciste a Edu Carletti (axxon) ???

    : )

     

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