Blog de Armando (La bruma)

Viajes cerebrales y poesia (work in progress)

lunes, diciembre 13, 2010

LAS PUERTAS

1

El bus se detuvo en el cruce. Sergio, golpeó suavemente en el hombro a su padre que venía durmiendo desde la salida de Puerto Montt.

– Papi, ya llegamos. La lluvia paró, así que apúrese.

– ¿Ah?, si...si..., ya. Gracias Chechito–. Contestó, al despertar, don Moncho. Se incorporó para tomar un bolso que llevaba y se dispuso a salir detrás de su hijo.

Afuera del bus hacía un frío que calaba los huesos. El auxiliar, los ayudó a sacar sus bolsos lo más rápido posible para poder entrar pronto y partir.

De la puerta del vehículo les dijo:

–Váyanse rápido. Ha llovido como acabo de mundo por quince días, y esta calma no va a durar mucho, ¡que les vaya bien!

– ¡Muchas gracias! – contestaron, padre e hijo al unísono.

No hicieron más que internarse en el sendero que llevaba a su casa, cuando nuevamente comenzó a llover profusamente.

– ¡Apúrate! – Exclamo, don Moncho –. Esto no es lluvia, esto es literalmente un rio que se cae del cielo. Así que tratemos de correr, ya que son como quince minutos para la casa.

– Si papá – contestó, Sergio.

La pareja comenzó a apurar el paso dificultosamente. Sergio, poco a poco sentía como el agua se iba filtrando por entre sus ropas hasta su piel y observaba como su viejo trotaba delante de él con una agilidad que se la quisiera a sus 21 años.

De pronto, don Moncho paró en seco.

– ¡A la mierda! – Exclamó nuevamente –. Ha llovido tanto que el canal creció y se llevó los palos. Miró a su hijo –. Vos que soy ingeniero invéntate una cosita, ¿qué se te ocurre?

A esa altura de la caminata, Sergio estaba mojado hasta los calzoncillos, además, no tenía idea de cómo sortear semejante cauce con el feroz temporal que los azotaba. Solo cabía buscar otra ruta.

– Vamos a tener que volver al camino e ir por la carretera hasta el sendero a la casa del tío Baudilio, y ahí, llegar a la casa por atrás– contestó Sergio –. ¿Qué crees papá?

Te sigo.

La bajada al camino fue mucho más rápida que la subida, la lluvia no amainaba y casi no se veía a dos metros. Llegaron al cruce y bajaron por la carretera medio kilómetro hasta el atajo que llevaba a la casa del tío Baudilio. Caminaron por este que, a diferencia del anterior, tenía mucho más árboles lo que facilitaba de cierta forma e caminar, ya que los árboles daban una gran protección. Ahora Sergio iba a la delantera, tras unos avellanos, donde el camino se dividía en dos, espero a que su padre lo alcanzara.

– Bueno Checho– dijo –, no me acordaba de que el camino para donde Baudilio se dividiera en dos; tú anda por el de la izquierda y yo voy por este, el primero que vea la casa del tío se devuelve a buscar a el otro, ¿entendiste?

– Sí papá.

Sergio, se internó por el camino. Casi no se veía con tanta lluvia y el bolso le pesaba el doble con el agua que había absorbido. Caminó unos cincuenta metros y el sendero no parecía terminar nunca, otros cincuenta y nada, treinta metros y pareció ver algo como la estructura de una casita de madera, apuró el paso y se encontró frente a lo que parecía el frontis de una casa pequeña y muy vieja. Era muy extraño, ya que por ahí, recordaba, no había nada, ni menos una casa. Abrió la puerta y entró.

Sorpresa... habían más puertas, y Sergio salió por la más cercana. No llovía, además había un sol de las mil maravillas y el paisaje a su alrededor era muy similar, pero definitivamente no era el mismo. La casa tampoco.

Ya que al volverse, sólo había una vieja puerta en medio del campo.

Continuará...

(Este texto saldrá completo en el e-book: PERIFERIA CEREBRAL, muy pronto)


domingo, diciembre 12, 2010

Destinos



La noticia llegó rápida desde Quillota.

El niño no estaba bien y su padre se había adelantado con la noticia, ya que según le habían dicho lo traía el mismo Director a su casa.

La tarde se hizo eterna para la madre hasta que sintió el motor del automóvil y las voces de las personas al salir del auto. Ella fue a abrir la puerta.

— ¿Por qué no lo llevaron al hospital? —preguntó la madre del niño.

—Ya lo vio un doctor, nos dijo que el niño está sano y no tiene fiebre, que parece que es puro nervio.

— ¿Dónde está? Quiero verlo.

El niño sollozaba en la parte trasera del automóvil y se negaba a levantar la cabeza. El Director lo tomó en sus brazos y lo llevó a su habitación.

***

Valparaíso, Agosto 31 de 1925

Hace dos días trajeron al niño y no deja de decir incoherencias. No tiene ningún síntoma físico que haga sospechar de alguna calamidad o dolencia. La madre le ha dado a beber varias yerbas recomendadas por el boticario, Don Anselmo. Su padre aún se encuentra fuera de la ciudad y se espera que regrese pasado mañana por la tarde de Temuco.

Por medio de esta misiva quiero darle mi testimonio a tan extraño sufrimiento que se ha ido manifestando de diferentes maneras en el niño.

En primer lugar no deja de pedir perdón por los muertos y dice que luego de él habrá más y más por la semilla de la división. Llama a personas a las cuales ni su madre ni yo conocemos, tampoco son los niños del lugar. Lo que más me desconcierta es su irracional temor a salir de Chile, dice que no desea viajar a Mendoza y que nunca podría ir a Europa porque lo van a matar.

Debido a todo esto le pido humildemente que venga a ver al pobre niño lo más pronto posible, antes que otro médico lo examine y opte por internarlo en la casa de orates.

Esta misiva se la hago llegar a través de una vecina de la familia, en vista a la dificultad para ir en su busca por mi persona, ya que estoy dedicado al cuidado de esta pobre gente.

Atentamente;

Padre Roberto Lama

***

El extraño hombre cruzó la entrada y saludó escuetamente a los presentes. Entró en la pieza del niño y cerró la puerta.

El sacerdote pidió a todos salir de la casa ya que podrían oír cosas no muy buenas.

Al cabo de dos horas la puerta de la habitación se abrió y de ella sale el misterioso hombre con el niño en sus brazos.

—Padre Lama —dijo—, por favor traiga la maleta que está sobre la silla, en ella se encuentran las ropas del niño.

—Pero Señor —contestó la madre del niño—, su padre llegará hoy por la tarde, ¿qué le voy a decir?

—Dígale que es para salvar la vida del niño, sobre la cama dejé una nota por si desea hablar conmigo.

El hombre subió al niño a la parte trasera del automóvil mientras el sacerdote lo ponía en marcha. Rápidamente se despidió y se fue.

Por la puerta de entrada la madre, doña Avelina, salía con un papel es su mano derecha. En su rostro mostraba incredulidad.

—No entiendo —dijo—, no lo puedo entender. Santa María, ¿que es lo que sucede?

***

Valparaíso, 01 de Septiembre de1925

El niño está sano y no tiene ninguna enfermedad. Lo que ha sucedido con él es que por motivos divinos e inexplicables para la ciencia moderna, él ha sido capaz de ver el futuro, su futuro y el de toda una nación.

Al llevarlo conmigo supongo un quiebre en el destino visto por tan desdichada criatura y abogo por una solución benevolente para su atormentada alma y familia.

El niño será devuelto a ustedes los padres en diez años más, así evitando cualquier regreso a aquel camino del cual deseo mantenerlo alejado a él y a todos los demás.

Espero poder hablar personalmente con mayor tranquilidad con ustedes, don Augusto y dona Avelina, para que sepan que él estará bien y que me preocuparé personalmente de la educación de su hijo Augusto, con lo cual se entiende que podrán ir a visitarlo al internado cuando lo estimen necesario.

Se despide humildemente de ustedes:

Tte. Alejandro Bello Silva

Director Escuela Nuevos Horizontes

 
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